Franklin Brito olió todavía más a formol el día que la derecha venezolana lo estimuló y le otorgó un falso carácter de heroísmo a su decisión de morir.
Franklin Brito olía a formol, como huelen a formol todos los estudiantes y demás manifestantes que salen a la calle a protestar genuinamente por reivindicaciones, y los zamuros de la política comienzan a rezar (y a echar algún empujoncito) para que haya violencia y muertos, porque en tiempos de elecciones la muerte produce dividendos. Se los produce al antichavismo, no al Gobierno.
Franklin Brito olía a formol porque, al contrario de las guerras convencionales, en tiempos de Guerra de Cuarta Generación las batallas no las ganan quienes matan más gente sino quienes se dejan golpear para aparecer como víctimas. Si usted quiere ganar este tipo de guerras no debe atacar a nadie: debe esperar ser atacado. En una guerra cuyo fin primero es la destrucción moral y de la imagen del enemigo, para luego proceder a su destrucción física, gana el que puede recibir y resistir golpes. Franklin Brito era un valiente que prestó su cuerpo para ganarle una batalla al Gobierno, y se la ganó, pero los beneficiarios de su sacrificio serán otros: el antichavismo, sus "dirigentes" y figuras públicas, esa banda de comemierdas que en la mañana deploran la muerte de Brito y en la noche se irán a comer en un restaurant de Las Mercedes.
Franklin Brito olía a formol porque sus asesinos (los políticos de oficio, la derecha antichavista, la caterva de hijosdeputa que nunca sabrán qué cosa es una manifestación de calle, una huelga de hambre o tan siquiera un acto personal de rebeldía) lo convencieron de que el comunismo consiste en quitarle bienes a todo el mundo, incluso a los pobres.
Franklin Brito olía a formol porque, cuando se dijo que estaba trastornado o perturbado (cosa completamente natural, comprensible y previsible en un ser humano que tenía meses sin comer) sus familiares y allegados se rehusaron a contemplar esa posibilidad y siguieron animándolo a que acabara con su vida para minar la imagen del Gobierno.
Quien cree que la propiedad privada vale más que la vida es capaz de matar por un objeto, por dinero, por un televisor, por un celular.
Brito: en esta guerra que todavía no ha entrado en su fase bélica todos olemos a formol.
Franklin Brito, nos vemos en el infierno
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